Las tribulaciones de Mo Farah



El verano de 2012 encumbró a Mo Farah. El atleta británico de origen somalí se convirtió en una de las grandes figuras de los Juegos Olímpicos de Londres. Corría en casa, ante un estadio enloquecido, y no defraudó. Consiguió dos medallas de oro, en 5.000 y 10.000 metros, y se coronó como el mejor fondista del momento. El doblete servía para cerrar una etapa cargada de éxitos en la que a punto estuvo de lograr un trío histórico con el doble oro en el Europeo de Barcelona en 2010 y el oro y la plata del Mundial de Daegu en 2011.

Hasta el «Mobot», su forma de celebrar las victorias al finalizar las carreras, se popularizó. La letra «M» (de Mo) que comenzó a hacer con sus brazos por encima de la cabeza procedía de una sugerencia que le hizo una presentadora de televisión de imitar la coreografía de «YMCA», la popular canción de Village People. La fama y el respeto que se ganó Farah en Gran Bretaña fue tal que hasta se postuló como abanderado para la cita olímpica de Río de Janeiro, en 2016.

Sin embargo, la sombra del dopaje ha comenzado a oscurecer la leyenda del atleta. El diario británico «Daily Mail» ha publicado una información en la que asegura que Farah eludió dos controles antidopaje. El primero de ellos fue a principios de 2010, por estar de viaje. La segunda falta se produjo en febrero de 2011, cuando el propio doble campeón olímpico aseguró en su reclamación que no había escuchado el timbre de su casa cuando iba a ser sometido al test.

Dos faltas que no han tenido ningún tipo de consecuencia para el corredor, puesto que el Ukad, el organismo británico antidopaje, establece que los atletas pueden ser sancionados con una prohibición para competir de cuatro años si no cumplen con tres controles de los «vampiros» en un periodo de dieciocho meses. Mo Farah salió al paso de los rumores negando haber tomado en su vida sustancias para mejorar su rendimiento. «En el curso de mi carrera me he sometido a cientos de exámenes sobre dopaje y cada uno de ellos ha salido negativo», afirmó esta semana el atleta.

El nombre del fondista también se vio empañado tras la emisión de un programa de investigación de la BBC en el que se acusaba al entrenador de origen cubano Alberto Salazar, técnico de Farah desde comienzos de 2011, de prescribir testosterona y corticoides, productos dopantes, a alguno de los fondistas que preparaba, como Galen Rupp. Unos hechos por los que la Agencia Antidopaje de Estados Unidos ha abierto una investigación al preparador.

Difícil situación
Todas estas acusaciones, sospechas y rumores están pasando factura a Mo Farah. «Las últimas dos semanas han sido las más duras de mi vida, con rumores y especulaciones sobre mí que son completamente falsas, y el impacto que esto ha tenido en mi familia y amigos me ha dejado enfadado, frustrado y molesto», se lamentó. En particular, el británico ha denunciado la presión de los medios sobre su familia y su mujer, embarazada de cinco meses.

Tanto es así que, a sus 32 años, el británico asegura sentirse «emocional y físicamente vacío», motivo por el cual decidió no correr el 1.500 en la reunión de Birmingham de la Diamond League. El fondista no volverá a las pistas hasta el próximo 17 de julio en Mónaco, aunque su principal objetivo es lograr el oro de 5.000 y 10.000 metros en el Mundial de Moscú. Si lo consigue, igualará al etíope Kenenisa Bekele, que dominó en las distancias largas de la pista en los Juegos de Pekín y en el Mundial de Berlín.

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