Decir que nadie ha llegado más alto que ella no es una metáfora, sino una realidad. Yelena Isinbayeva redefinió los estándares del salto con pértiga femenil y los llevó no solo a niveles más altos, sino a ser uno de los grandes focos de atención del deporte mundial.
Nació en Volgogrado, Rusia, el 3 de junio de 1982. Creció viendo como Sergei Bubka rompía récords mundiales del salto con garrocha en las décadas de los 80 y los 90, primero para la antigua Unión Soviética y después para Ucrania.
Isinbayeva nació en Rusia, en la ciudad de Volgogrado, en la cuenca del río Volga y entre los territorios que hoy ocupan Ucrania y Kazajstán. Esta ciudad fue un bastión soviético de suma importancia. Entre 1925 y 1961 la ciudad tuvo el nombre de Stalingrado, donde se realizó una cruenta batalla por el control de este inmenso territorio ante la Alemania nazi, que finalmente sucumbió y con ello se evitó la invasión. No obstante, con casi dos millones de muertos entre ambos frentes y la ciudad en ruinas, el pueblo de Stalingrado tuvo que acostumbrarse a reconstruir e iniciar todo prácticamente desde cero.
Por eso no debe de sorprendernos la dedicación que Yelena puso a cada uno de sus saltos para convertirse en la mejor del mundo. Paradójicamente su llegada al atletismo fue producto de su estatura, sus 1.72 metros le impidieron seguir en la gimnasia, el deporte que practicó desde pequeña, pero que le sirvió como base para desarrollarse como saltadora.
Apenas con 22 años, se llevó el bronce en los Campeonatos Mundiales de París 2003 con un salto de 4.65 metros, pese a que dos meses antes, el 13 de junio, rompió por primera vez la marca del orbe con un registro de 4.82.
De 2003 a 2005 tuvo una frenética progresión de récords mundiales que la llevaron a librar la barrera de los 5 metros. En ese intervalo, ganó el oro en Atenas 2004 y en el Mundial de Helsinki 2005 con marcas mundiales de 4.91 y 5.01 metros respectivamente.
Tardó tres años en volver a quebrar su marca, lo hizo tres veces más en 2008, incluido su histórico salto de Beijing 2008 que es el récord olímpico vigente con 5.05 metros, un centímetro menos que la marca mundial que permanece hasta nuestros días, que fijó el 28 de agosto de 2009 en Zurich.
Rompió 15 veces el récord mundial en pista abierta y 13 en pista cubierta, este último ya superado por la estadounidense Jennifer Suhr con un salto de 5.02, un centímetro más que Yelena. Las 28 marcas del orbe quizás sean el único listón que no ha podido superar, siete menos que las fijadas por Sergei Bubka. Así de grandes son las aspiraciones de esta atleta.
La carrera de la llamada “zarina rusa”, en honor a los gobernantes antiguos de este país, fue en declive a partir de 2009. Primero quedó eliminada en el Campeonato Mundial de Berlín 2009 al no poder dar un solo salto válido; después, en Daegú 2011 terminó sexta; pero recuperó un poco del orgullo perdido en los Olímpicos de Londres 2012, donde obtuvo el bronce. Con el reto de mostrarse ante su público y darle una alegría más, Yelena obtuvo el ansiado oro en Moscú 2013 con un salto de 4.89 metros, para vencer a Suhr y a la cubana Yarisley Silva, quienes la derrotaron en Londres.
Pese a ser su tercer campeonato mundial y con el impecable palmarés que tiene, al decretarse su victoria en el Estadio Luzhniki, Yelena corrió a toda velocidad para reencontrarse con su público y celebrar como si fuera el primer triunfo de una impecable carrera.
Isinbayeva había anunciado el mes pasado que se retiraría después de Moscú 2013, pero días antes de la competencia abrió la posibilidad de mantenerse. Tras colgarse el oro ante sus compatriotas, la zarina finalmente disipó las dudas: al finalizar la temporada tomará un descanso de 18 meses para dar a luz a su primer hijo, después, si su condición física se lo permite, volverá para buscar un lugar en Río 2016.
Con tres títulos mundiales y dos olímpicos, el reinado de Yelena entra en pausa, solo en pausa. Probablemente no todo está escrito aún.
Terra