Torres más altas han caído en el atletismo



El 6 de mayo de 1954, en las instalaciones deportivas de la Universidad de Oxford, el mundo se detuvo cuando Roger Bannister fue capaz de correr la imperial distancia de la milla (1.609 metros) en menos de cuatro minutos (3.59.4). Una barrera que se había resistido durante años y años incluso a los mejores mediofondistas. Por fin había caído una de las torres más altas en la mitología del atletismo, un listón que algunos creían infranqueable. Una vez superada la redonda barrera -quizá más psicológica que otra cosa-, solo tuvieron que pasar 47 días para que el australiano John Landy corriera la milla en 3.58 pelados. Y hasta los 3.43.13 que reina hoy en día en el listado de récords mundiales gracias al marroquí Hicham el Guerruj.

Este 2017 que comienza se presenta como un año clave en otro debate apasionante sobre atletismo, plusmarcas y barreras supuestamente infranqueables, en este caso en otra de las distancias míticas, el maratón (42.195 metros). El debate se centra en si es posible bajar de las dos horas en un futuro más o menos próximo. La respuesta que hay que dar es que sí es posible, aunque para ello el atleta que lo consiga debe cubrir cada uno de los kilómetros en un parcial de dos minutos y 50 segundos, algo que nadie ha sido capaz de hacer hasta ahora en tramos de más de 10 kilómetros en un maratón. Pero eso no quiere decir que no sea posible en una nueva generación de atletas más desarrollados, mejor preparados y óptimamente asesorados, que presuntamente saldrá de algún altiplano del Este de África.

Como se aprecia en el gráfico de la página anterior, el récord mundial de maratón, estancado en los años 80 del siglo pasado, ha dado grandes saltos: mejoró 1.08 minutos entre 1988 y 1999, luego otros 1.43 hasta el 2008 y luego otros 1.02 hasta el 2016. En total, tres minutos y 53 segundos en 28 años. Ya solo faltan dos minutos y 58 segundos para bajar de las dos horas. No será mañana, desde luego, ni seguramente en este 2017 que supondrá el inicio del gran reto, pero nadie puede asegurar a ciencia cierta que esta es una barrera imposible de derribar (polémicas de dopaje al margen).

Los récords están para ser batidos, y no se atisban límites claros. Es evidente que un ser humano (al menos en su actual versión) no podrá saltar nunca tres metros en altura, pero los 2,45 de Javier Sotomayor de 1993 están al alcance de la nueva generación, lo mismo que los 8,95 con los que Mike Powell acabó en 1991 con los inverosímiles 8,90 de Bob Beamon (1968) en longitud. Los 1.40 en 800, 12.30 en 5.000 y 26.00 en 10.000 son otros listones que están ahí para ser superados. Tiempo al tiempo.

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